miércoles, 13 de octubre de 2010

Dos Vírgenes, seis pescadores; río y mar...



Leo en Ceú Aberto que el 12 de octubre los católicos de todo Brasil celebran el día de Nossa Senhora da Conceição Aparecida. A medida que lo hago, corroboro algo que siempre sospeché y, que luego de cuatro años compartiendo mi vida con una brasileña que amo enormemente, mi mujer Rosana, a pesar de que algunos puedan acusarme que no es my acertado mi criterio entre otras cosas porque se tratan de apreciaciones personales, yo me atrevo a considerar públicamente que si dos pueblos cuentan con muchas cosas en común, lo que los hace muy similares en cuanto a gustos y comportamientos -no solo por la religión católica, o la del panteón afro, donde los Orishas casi todos mantienen los nombres con que nosotros los invocamos-, estos son el brasileño (del norte de Brasil, aclaro) y el cubano.

Y tal vez la historia de la Virgen Madre brasileña, que traduzco varios fragmentos del blog de Walkyria Rennó Suleiman, me sirva de singular pretexto para exponer lo que pienso. Al igual que la criolla Virgen de la Caridad, Nuestra Señora Aparecida la encontraron tres pescadores en 1717, en Paraíba do Sul, río caudaloso y soberbio que atraviesa los estados de Minas Gerais, Río de Janeiro y Sao Paulo, y que igualmente marca la frontera natural entre estos dos últimos hasta que desagua en el Océano Atlántico.

Cuenta la historia a la que hago referencia, que la Virgen Patrona fue descubierta por Domingos García, Felipe Pedroso e João Alves, hombres que estaban encargados de garantizar el almuerzo del Conde Assumar, entonces gobernador de la que era la provincia de Sao Paulo y que andaba de visita por la zona, y sin mucho éxito en la captura de pescados, navegando a todo lo largo del río, en uno de sus lances con la red recogieron el cuerpo de la imagen de una virgen sin cabeza. Es en una segunda tentativa que logran traer la cabeza y a partir de ese momento los peces parecían brotar de alrededor de la embarcación, lo que imagino hubo de contentar al Conde.

Durante quince años Felipe Pedroso tuvo a la figura de la Virgen Nossa Senhora… en su casa, donde recibía diariamente a varias personas para rezar novenas. Pero la devoción iba creciendo entre los pobladores de la región y muchos milagros le fueron concedidos a aquellos que oraban delante de la imagen. La fama de los poderes extraordinarios de Nossa Senhora se expandió prácticamente por todo Brasil. Se cuenta que en varias ocasiones, las personas que por la noche hacían sus ruegos, veían como las luces de los candelabros se apagaban de repente y después, sin intervención humana alguna, esta volvían a encenderse. Más adelante, no eran únicamente los pescadores los que venían a tributar a la Virgen y debido a que la cantidad de fieles aumentaba increíblemente, la familia de Pedroso construyó un oratorio en Porto de Itaguaçu que mas adelante resultó pequeño. Sin embargo, no es hasta el 1735 que el vicario de Guaratinguetá erigió una capilla en lo alto del Morro dos Coqueiros. Y el 20 de abril de 1822, en viaje por el Valle do Paraíba, Don Pedro I y su comitiva visitan la capilla, lo que vino a legitimar y darle más popularidad a la milagrosa Santa. Como la cantidad de fieles cada vez resultaba mayor, tuvo inicio en 1834 la construcción de la llamada Basílica Vieja. El 6 de noviembre 1888, la princesa Isabel llegó por segunda vez la basílica y ofreció a la Santa, en pago por una promesa hecha en su primera visita en diciembre de 1868, una corona de oro con incrustaciones de diamantes y rubí, junto con un manto azul ricamente adornado.

El año de 1928 marcó un pasaje importante para la villa que se formó alrededor del Morro dos Coqueiros y convirtiose en municipio, llamándose desde entonces como Aparecida, en homenaje a la Virgen, por la cual nació la ciudad. El 16 de julio de 1930 fue definitivamente proclamada como la Reina de Brasil y Patrona Oficial por decreto de Papa Pío XI, y refrendado lo mismo como día feriado el 12 de octubre, dedicándose la jornada a la devoción.

La necesidad de un local mayor hizo que en 1955 se construyese la Basílica Nueva, que en cuanto a tamaño sólo es menor a la de San Pedro, en el Vaticano. El arquitecto Benedito Calixto diseñó un edificio en forma de cruz griega con 173 m de ancho por 168 m de largo; y las naves con 40 m en la cúpula y con 70 m de altura son capaz de albergar a 45 mil personas. Los 272 mil metros cuadrados de parqueo da para estacionar 4 mil ómnibus y 6 mil autos. Según calculos, aproximadamente cerca de siete millones de fieles por año visitan la inmensa iglesia.